miércoles, 28 de octubre de 2009

Enciende la luz


Hace tiempo conversaba con mi amiga Lilia Maritza y ella me decía que es parte de la naturaleza humana ser egocéntrico. Estoy de acuerdo con ella.

También estoy de acuerdo con Zaratustra de Nietzsche cuando afirma que el hombre debe ser superado y llegar al "superhombre" o "Übermensch". No abogo por malinterpretar su filosofía y llevarla hasta el perfeccionismo del nazismo, pero sí por la revolución interna del ser humano y realizar la iluminación suprema de cada persona. Dicho con otras palabras, que nos libremos de forma permanente de las emociones negativas y de nuestras confusiones sobre la realidad.

La raza humana tiende a vivir a medias. No hay un desarrollo de su verdadero potencial. Aún los que viven en prosperidad, aún los que tienen éxito profesional viven sin conocer su fuente inagotable de sabiduría primordial, salud innata y bondad fundamental. Es evidente que todavía no distinguimos entre el camino correcto o el impulso por consumir lo que sea, sin importar las consecuencias negativas que surjan de dicho consumo.

No hace falta mostrar una lista de sucesos que comprueben nuestra caída recurrente. Los noticieros, Internet y hasta nuestro hogar proporcionan la evidencia de nuestra tendencia hacia los actos nocivos y la neurosis individual y colectiva.

Pero aunque las estadísticas sobre nuestra condición indican que algo anda mal con nosotros, es un hecho irrefutable que poseemos todo lo que necesitamos para ser lo mejor que podemos ser. Poseemos la verdad última. En serio. Está dentro y fuera de nosotros. En este instante. El problema es que no la hemos sabido aprovechar. Algunos la definen así. Otros así. En nuestro país tienden a referirse a ella de esta forma, pero también es válido afirmar que esa verdad es esto.

Si morimos sin activar esa chispa, sin cruzar el umbral de la transformación espiritual, ello sería equivalente a vivir sin haber salido de nuestro capullo. Y eso sucede todo el tiempo. No somos para siempre. La vida se va en un abrir y cerrar de ojos. Y por si fuera poco, a veces la muerte es prematura y rara vez se puede predecir cuándo llegará.

Es un desperdicio de divinidad. Debemos recordar que ser un ser humano común y corriente, valga la redundancia, es una oportunidad de oro. Tenemos a nuestra disposición la capacidad de distinguir perfectamente todas las causas de nuestro aprisionamiento y su resultante angustia y, como resultado, liberarnos de éstas. Este amiguito no la tiene. Ni tampoco los que se asumen semidioses.

Es triste reconocer que más de la mitad de la humanidad se muere sin probar la dicha de la verdadera libertad.

Habrá quien diga: "pero no todos tenemos la capacidad de probarla".

A lo que responderé: "pretextos, pretextos y más pretextos".

Habrá quien piense que ya es libre, quien se ría y continúe buscando entretenimiento aquí y allá. Habrá quien se refugie en el trono de su mente y se sienta seguro y protegido. Otros optan por esconderse detrás de tragedias fuera de proporción, reales o ficticias. Pero ni en los palacios de los centros comerciales, ni en las playas más lujosas, uno es libre del miedo. Ni en la penumbra depresiva ni en el infierno de la ira, uno es libre del miedo. Vamos de un extremo a otro. Sin parar, sin cesar, sin descansar. Del sufrimiento a la efímera euforia. Se acaba la felicidad y volvemos a sufrir. Añoramos, luchamos, conseguimos, volvemos a consumir y lo volvemos a perder. ¿Será por eso que le llaman círculo vicioso?

Y todo porque nuestra naturaleza divina yace apagada en nuestro ser.

Sí. Sí hay luz en nuestra voz, en nuestra mirada, en nuestra piel. Hay luz en nuestros errores, en nuestros tropiezos. Hay luz en nuestra sexualidad, en nuestras creencias, en nuestros escepticismos. Hay luz en nuestras depresiones, pérdidas, corajes e inconciencias. Pero es luz dormida. Luz inutilizada.

Eso explica nuestro desequilibrio. No damos los frutos que podemos dar. No coexistimos como podemos coexistir. No prosperamos como podemos prosperar. Sin los beneficios de un despertar esencial, todos nuestros actos están condicionados a producir resultados desfavorables y egocéntricos. Si la causa es negativa, el efecto es negativo. No hay otra posibilidad. Y lo peor del caso es que todo se vuelve un hábito. Un condicionamiento aprisionante.

Nos urge encender la lámpara de nuestro corazón ya que:
1) Ser humano es un regalo
2) No somos para siempre
3) Vivimos en un círculo vicioso
4) Somos víctimas de nuestros condicionamientos.

Ring a bell?

domingo, 25 de octubre de 2009

Medicina

"May I be a protector for those who are without protectors, a guide for travelers, and a boat, a bridge, and a ship for those who wish to cross over. May I be a lamp for those who seek light, a bed for those who seek rest, and may I be a servant for all beings who desire a servant."

- Shantideva

lunes, 12 de octubre de 2009

La enfermedad incurable


Cuando era niño, a los 5-6 años de edad, recuerdo que le dije a mi mamá que padecía de una "enfermedad incurable". Mi mamá con sorpresa y ternura me preguntó que si qué me sucedía. Le dije que la enfermedad incurable se llamaba "aburrimiento". Mi mamá sonrió y me ayudó a sentirme mejor con alguna canción, bromita o juego. Tiempo después el problema evolucionó y para solucionarlo recurrí a toda clase de entretenimientos, rellenos, contenidos, sedantes, enervantes y anestesias para evitar esa "horrible sensación". Después de años de ejercer mi escapismo de esa cosa vacía en mi interior (y exterior), acabé con una larga lista de adicciones a cosas tangibles e intangibles. Algunas de esas adicciones pudieron haberme matado pero al parecer mi karma no era tan culero.

Después de terapias, rehabilitaciones y procesos de recuperación de adicciones tuve una revelación. Estaba en casa de mi amigo Rodrigo y conversábamos sobre esa detestable sensación de insuficiencia. Le decía que, a pesar de que muchas cosas en vida habían mejorado, a pesar de que poseía muchas cosas que pensaba me harían super feliz, aún así me sentía incompleto. Rodrigo asentía y me compartía su experiencia similar a la mía. Después de esa conversación, me fui de casa de mi amigo y mientras iba en mi automóvil pensé: "¿y si dejo de luchar con el vacío? Tal vez, si lo acepte así como es, las cosas cambien". Reflexioné esa idea por varias horas y poco a poco llegué a una conclusión que cambió mi vida por completo: "si acepto el vacío existencial tal y como es, ya no estaré atado a tener que 'llenarme' con algo."

De ahí en adelante todo cambió. Obviamente en ese momento no tuve ninguna experiencia espiritual o mística. Sólo fueron reflexiones. Reflexiones que no dejaron de sonar en mi cabeza. Entre más ahondaba en esa idea, más tenía sentido su lógica. "Si ya no tengo que satisfacerme quiere decir que soy libre." "Si acepto el vacío ya no tengo que ser adicto a nada." Y así continué durante meses.

Después comencé a hacer las paces con la enfermedad incurable. A la larga, me di cuenta que la enfermedad incurable no era para nada una enfermedad. Rodrigo me dijo que J. Krishnamurti hablaba de un vacío. Leí su obra. Después leí a autores más contemporáneos (Tolle y Rubén Feldman). Comencé a vivir en ese vacío, a vivir en ese momento de nada. En enero de 2008 ingresé a una absorción meditativa y comprendí parte de la realidad fenoménica. Después de esa experiencia surgieron nuevas dudas y encontré respuestas en las tradiciones espirituales de la India y el este de Asia, especialmente en el Budismo.

Desde entonces no he dejado de promover los beneficios de vivir en esa "enfermedad incurable" que sentía desde niño.

Se han escrito millones y millones de páginas sobre esa vivencia a la cual llamo vacuidad. Pero en lugar de darles una larga y densa disertación filosófica al respecto, mejor les doy una lista de palabras que describen ese bendito estado de consciencia:

(algunas de las palabras que proporciono no existen en español)
Vacuidad es:

- Planicie
- Ordinareidad
- Momento llano
- Simplicidad
- Nada-eidad
- Primordialidad
- Rutina-reidad
- Lo previo a la sensación de estar incompleto
- Lo previo a las ganas
- Lo previo a los antojos
- Silencio del silencio
- Silencio dentro de los sonidos
- Transparencia dentro de los colores
- Transparencia de la transparencia
- Carencia de sensación dentro de las sensaciones
- Carencia de sensación dentro de la carencia de sensación
- Infinitud
- Primordialidad de todo
- Eso
- Eso del eso
- Cosa
- Inefabilidad
- Ahora
- Ahora dentro del ayer
- Ahora dentro del futuro
- Presencia
- Presencia dentro de la ausencia
- Quietud
- Quietud dentro de lo exaltado
- Etc...

Y para que no haya confusiones...

Vacuidad no es:

- Nihilismo
- Aniquilación del ser
- Anti-existencia
- Negación de toda la realidad
- Indiferencia
- Desconexión de la realidad
- Catatonia
- Represión de lo que sea
- Insensatez
- Muerte en vida
- Etc...

¿Queda claro? =)

Este post está inspirado en una conversación que tuve con mi madre hace unos días. Hablábamos sobre dejar de jugar a los papeles depresivos, a los dramas, a los corajes, etc. Cuando dejamos de jugar, poco a poco nos impregnamos de esa vacuidad, la cual es sumamente tranquilia, pacífica, flexible y relajante.

Para dejar de jugar e ingresar directamente a la vacuidad solo hay que prestar atención sin esfuerzo a lo que sea que esté dentro de nuestra percepción. Puede ser nuestra respiración, un sonido, una sensación, vamos... lo que sea sirve para arrullarnos y calmar lo que sea que tengamos que calmar.

martes, 6 de octubre de 2009

Diferencias entre libertad y esclavitud


Hace unos días padecí una migraña. Ayer me ardía insoportablemente la garganta. Sentía como si me hubiesen cortado varias veces con una navaja para rasurar. ¿Puede la meditación ayudarme con estas molestias?

Sí. Existe una sabiduría (que se pule con la meditación) que nos libera de intranquilidades provocadas por dichos padecimientos.

Es mejor tener un ardor insoportable en la garganta SIN encabronamiento o angustia, que un ardor insoportable de garganta con encabronamiento o angustia.

En el caso de la migraña, me tomé unas pastillas para aminorar el estallido de mi cabeza. Cedió un poco pero no al 100%. Mientras transcurría el día tuve que lidiar con la luz brillante del sol reflejada en las paredes pintadas de naranja-rosa de mi oficina. Tuve que tolerar el ruido del resto de mis compañeros de trabajo. Cada sonido fuerte y cada color luminoso me provocaban punzadas sin forma en mi cerebro. Pero no había enojo, no había desasosiego.

Al contrario, estaba tranquilo. Adolorido pero tranquilo.

Así como permanezco en paz con los achaques de mi cuerpo, también permanezco sereno cuando tengo ganas de llorar o cuando surge un brote emocional en mi pecho cada vez que, por ejemplo, alguien se mete de forma precipitada en mi carril cuando manejo (llámale adrenalina, susto o ganas de gritarle al conductor que se me cierra).

En ese tipo de situaciones no hay guerra porque en meditación, como bien dice mi padre, "las cosas son como son, las cosas duran hasta que se acaban y hay cosas que ni pa' qué".

Libertad es:

Que la emoción sea como es, que dure hasta que se acabe y si ésta tiene que surgir irremediablemente, ni pa' qué lucho con ella.
Que la migraña sea como sea, que dure hasta que se acabe y si debe suceder, ps ni pa' qué me angustio.
Que haya dolor de garganta, que dure hasta que se acabe y si éste tiene que ocurrir, ps ni pa' qué me encabrono.

Obviamente esto no quiere decir que uno no actúe y no tome los remedios correspondientes para aminorar las molestias. Respiraré para calmarme, tomaré mis pastillas pa' la migraña y tomaré mi jarabe para el dolor de garganta. Pero no lucharé con lo inevitable.

Esclavitud es:

Que la emoción sea bonita. Si no lo es, quiero que se acabe YA y si no se acaba cuando yo quiera me angustiaré bastante.
Que no me duela la cabeza. Si me duele, que se acabe en este instante y si no se acaba cuando lo deseo me molestaré bastante.
Que no haya dolor de garganta. Si hay, que me cure en este segundo. Si no sucede eso me encabronaré bastante.

Es esclavitud porque nuestro estado emocional depende de sucesos fuera de nuestras manos. No hay libertad.

La sabiduría que se obtiene de la meditación es justo el arte de dominar el "las cosas son como son, las cosas duran hasta que se acaban y hay cosas que ni pa' qué".

Claro, hay ocasiones en las que el dolor físico es un infierno. Un día, tuve un dolor de estómago tan fuerte que se me salieron las lágrimas. Pero la causa de éstas nada tienen que ver con una lucha desesperada y absurda contra los fenómenos naturales de mi cuerpo.

Que haya lágrimas como son, que duren hasta que se acaben y si nada puede detenerlas ni pa' qué me preocupo por detenerlas.

Para aprender una técnica sencilla de meditación pulsa aquí.

La foto representa la prajñaparamita, o sea, la perfección de la sabiduría primordial que acepta y vive la realidad tal y como es.