martes, 23 de febrero de 2010

Nectar


La espiritualidad es como el proceso de destilación. El objetivo es obtener esa esencia líquida. Hay mucho que purificar. El resultado es un nectar que nunca se acaba.

espíritu.

(Del lat. spirĭtus).

1. m. Ser inmaterial y dotado de razón.


Ser

La verdad es el Ser. No hay otra. Pero no es un Ser que se acaba aquí o termina allá. No es un Ser que nace aquí o comienza allá. En todos lados está el Ser. La pantalla es, los olores son, el trabajo es, los pensamientos son, el ejercicio es, la ira es, la depresión es, la paz es, la guerra es. Todo es. Nada es. La paranoia es, el egocentrismo es, Nirvana es, Samsara es. El ser lo incluye todo y al mismo tiempo lo excluye todo para que todo sea infinitamente libre. Ese Ser es esa esencia líquida que está en cada cosa.


Inmaterial

El Ser es inmaterial. La dureza, la solidez, la aspereza, la suavidad, el dolor, las mesas, las piedras, las montañas. Todo eso palpable es inmaterial por que es Ser. Gracias a su inmaterialidad es palpable. Por lo tanto nosotros también somos inmateriales. Cada palabra, cada voz, cada decisión, cada pensamiento, cada yo que brota en cada milésima de segundo es inmaterial. Lo único que apoya lo visible es la inmaterialidad. Lo único que apoya nuestra existencia es la inmaterialidad. Es esa cualidad inmaterial lo que hace que todo sea infinitamente puro en este instante. Esa inmaterialidad es la destilación infinita presente en cada cosa.


Dotado de razón

Está de moda crucificar a la razón, los conceptos, los pensamientos, el ego, el tiempo mental, el lenguaje y cualquier estructura generada por la mente. Pero la razón es el mensajero y el mensaje. Es la energía que enciende el foco que trasciende a la razón misma. La neurosis y la psicopatología permiten que nuestra búsqueda de libertad ocurra sin esfuerzo. No importa que tanto nos ahoguemos en océanos de pensamientos, tarde o temprano la asfixia misma nos llevará a la rendición que nos volverá inmateriales en un instánte. El espíritu líquido que obtenemos de tal rendición es justamente gracias a tantas "impurezas racionales".


Destilemos pues.

jueves, 11 de febrero de 2010

Dharmakaya


La realidad es completamente pura. Es invisible. Es tan invisible que revela todas las apariencias visibles. Gracias a su invisibilidad, todo lo demás surge. La realidad es vacía y por lo mismo es verdadera. Si estuviera llena de algo sería imposible percibir todo eso que percibimos. No podríamos ver los colores, ver los sonidos o ver las sensaciones. Por ello la realidad es vacía, para que no haya nada en medio que impida su surgimiento aparente.

Las aparencias engañan pero también revelan la verdad. La realidad visible es una mentira completamente honesta. Cada arbol es una mentira, cada ser vivo es una apariencia, cada sensación es un espejismo. Todo ello, en conjunto es una mentira infinitamente verdadera.

Sólo en meditación es posible percibir ambas caras de esta moneda. Tanto la aparente como la real. En meditación nos damos cuenta de que todas las formas, colores, sonidos, percepciones y sensaciones, son pincelazos que se plasman a sí mismos sobre un lienzo que nunca deja de ser invisible. Ello aplica también a nosotros mismos:

- Mi percepción es un pincelazo.
- Mi forma es un pincelazo.
- Mis sentimientos son pincelazos.
- Mi voluntad es un pincelazo.
- Mi consciencia es un pincelazo.

¿Por qué ser sólo pincelazos si tenemos la oportunidad de ser el lienzo invisible?
¿Por qué ser sólo lienzo invisible sin ser pincelazos?

Ser lienzo invisible y pincelazos al mismo tiempo es meditación perfecta.

martes, 2 de febrero de 2010

Meditación natural


Todos estamos en el mismo bote. Todas nuestras historias se mueven en el mismo tiempo, en el mismo universo. Nuestro estrés más grande del día de hoy, vive a un lado de las nebulosas, los movimientos debajo de la corteza terrestre, los hongos de los bosques tropicales y de los vendedores de dulces afuera de las escuelas. Nuestro estrés más grande del día de hoy convive con la nada sideral más lejana, así como con los viejitos que esperan la muerte. Si miramos hacia el frente, hay nada. Si miramos hacia atrás, hay nada. Lo visible es esta inmensidad inagarrable en el presente, que está repleta de funerales cósmicos de estrellas que mueren, de papeles de oficina, de idiomas como el ruso, el álgebra y el lenguaje de las armas de fuego. Y adelante hay nada, atrás hay nada. Sólo hay un aquí grandotote siempre efímero.

¿De qué me sirve saber esto?
Para empezar, si mi aflicción más molesta de este momento vive junto a piedras espaciales, gases de hidrógeno y viejitos en mecedoras que no hacen nada más que esperar el fin, no tiene mucho sentido hablar de un tamaño o forma de mi angustia. No lo tiene porque mi angustia es una pieza más de esta cosota llena de cosotas y cositas. De hecho, al compararla con el resto de las cosas sin fin, me puedo percatar de que mi angustia es perfecta. Con todo y sus manos apretadas, frentes tensas y quijadas trituradoras de muelas.

Si mi angustia es muy molesta, ¿por qué es perfecta? Por que en ningún momento rompe las reglas del espacio y tiempo. No se adelanta ni se atrasa en el tiempo. Ahí sigue perfectamente incluida en el mismo presente en el que viven los soles iracundos de todas las galaxias. Mi angustia no invade a las viejitos en mecedoras. Ahí está, como fogata en el bosque urbano. El dolor de apretar el cuerpo por el coraje o por la sensación de descontrol, es un movimiento idéntico al del surgimiento espontáneo de animalitos marinos en las profundidades del mar. Lo es por que ambos sucesos son causados y producen efectos. Y una vez que me percato de ello, la angustia se revela como algo natural. Al verla como algo perfecto, se desmorona esa insistencia que pretende hacerla más perfecta por medio de la represión.

El problema es que creemos que nuestra angustia es independiente del resto de los ecosistemas.
El problema es que, al prescindir de la convivencia con el resto del universo, percibimos nuestra angustia como algo gigantesco.
El problema es que no nos percatamos de la gran utilidad que tiene esta preocupación en lo que respecta conocernos.

Por otra parte, si frente a mi angustia no hay nada y si atrás de ella tampoco hay nada, o sea, si su futuro es inecontrable así como su pasado, qué sentido tiene querer adelantar su fin natural. Lo único que lograré es sentir más tensión por el hecho de querer cambiar algo que cambiará cuando se le dé la gana. Pero si me sintonizo con el presente inencontrable de mi angustia, en ese mismo instante me sincronizo con el presente del resto del movimiento universal.

Esa sincronización es meditación perfecta.