miércoles, 21 de abril de 2010

Vistazos del Ying Yang

En este post escribí sobre lo ordinario, ahora exploraré lo extraordinario.

El escepticismo ha evitado que caigamos en miles de trampas y manipulaciones espirituales. Los promotores de ese tipo de estructuras ideológicas-fanáticas por lo general no saben lo que hacen y cuando lo saben, no les es fácil admitirlo o cambiarlo. Nuestro escepticismo nos salva de su inconsciencia y creencias falsas.

Personalmente, a mí me salva de ser inflexible. Sin el escepticismo sería 100% católico. Sería 100% budista vajrayana. Pero no lo soy, sólo tomo lo que me sirve de cada tradición. Gracias a nuestra capacidad de poner en duda lo que no nos cuadra o sirve, nos libramos de ser ciegos y de actuar sin razón alguna.

Pero por otra parte, este cuestionamiento también se puede volver un obstáculo. La función del escéptico dentro de nosotros es poner en duda todo y, como sucede con otros actos, esta función también se puede volver un hábito.

De repente cuestionamos cuando no hay razón para cuestionar y cuando estamos repletos de evidencia que refuta cualquier escepticismo. En ocasiones dudamos tanto de nosotros que hasta nuestra capacidad de ser visionarios se muere por completo.

Nuestra incredulidad nos deja sin latidos, sin sangre y sin pasiones. Nos aisla en una cámara de cristal con paredes transparentes impenetrables. El mundo se manifiesta en todo su esplendor pero no podemos saborearlo. Aun cuando queremos "vivir la vida", nuestro supuesto juicio, madurez o prudencia intelectual termina por marchitar cualquier disfrute. Por eso algunos necesitamos sustancias para sentir algo. Nuestra euforia natural está atrofiada. Sí, en ocasiones sabemos saborear la vida de forma espontánea, pero sólo en ámbitos conocidos y "seguros" como por ejemplo la casa de algún familiar o amigo cercano.

Más allá de esas circunstancias especiales, prescindimos del resto del mundo y de sus sabores. Nuestra alma nunca está en contacto con las demás fragancias, miradas, melodías, calles o edificios. No hay conexión debido a esa duda que permea cada célula de nuestro ser. Realmente no sabemos por qué dudamos de lo ajeno a nosotros pero lo hacemos "por si acaso".

El resultado de tanto escepticismo es una frialdad que ignora por completo los placeres latentes en el aire. Hay tanta magia en el ambiente pero nuestra indiferencia no titubea: el trabajo es trabajo, la música es música, el tiempo es tiempo. Y así se queda. Ok, no todos recurren a los estimulantes, pero aun los placeres culinarios, sexuales o recreativos que nos hacen sonreir una y otra vez se terminan. Y luego la depresión intelectual sin lágrimas y sin emociones se asienta de nuevo.

Nos dicen: "vive en el ahora" y lo hacemos. Nos convencemos de que en el Ahora no hay nada. Sólo hay esto y "esto" es sólo "esto". Ignoramos lo extraordinario de la sencillez de este segundo y por consiguiente nos sumergimos más en ese pesimismo escéptico y, cuando le damos rienda suelta a dicho pesimismo, caemos en uno de esos infiernos de ira sin razón.

Es cansado ser así. Es cansado ser escéptico de esa forma.

No le declaro la guerra al escepticismo pero sí a su mal uso. Sí le declaro la guerra al exceso de dudas sagaces y a la incredulidad astuta que me impide deleitarme.

¿Deleitarme de qué? De lo que sea.

Tampoco promuevo el libertinaje o un hedonismo selectivo. Creo que la receta perfecta es explorar y explorar con ese escepticismo alerta, maduro y despierto. Cuando ingreso a la vida cotidiana sin tanta armadura, ésta se revela mágica. Así ha sido siempre. Ya no hay necesidad de exprimir vida de la vida. Ésta se da y se da. Nunca ha dejado de darse. Qué sedados hemos estado.

La dicha surge cuando el enfermo de escepticismo se entrega sin miedo al universo, sin asesinarse, para resurgir como un lunático infinitamente sabio y despierto.

Eso es equilibrio.

jueves, 1 de abril de 2010

Sobre la humildad


All right, lets put a spin on things.

La lista de veces que he doblado las rodillas, tocado fondo, me he rendido y me he derrotado no tiene fin. Es una bendición derrotarse (por lo menos bajo la perspectiva espiritual). He aquí algunas de esas derrotas memorables.

Electroshock
No recuerdo exactamente cómo fue que accedí asistir a psicoanálisis cuando tenía 17 años. Lo que sí recuerdo es la primera sesión. Salí de ella en un estado radioactivo. Le dije a mi madre que me sentía "muy movido". Ya no pude ver las cosas de la misma forma por que me impactó darme cuenta de que hablar como lo hice en esa primera sesión, tenía repercusiones fuertes en mi estado emocional. Tal vez esas reacciones iniciales fueron difíciles y dolorosas pero en ese momento me percaté de que rendirme y hablar era mejor que callarme y mostrarme como superhombre. Sí, mi recuperación ocurrió 10 años después, pero el haber aceptado que necesitaba ayuda a esa edad sembró una semilla que le dio vida a un árbol que no ha dejado de tener frutos. Mi primer psicoanalista seguro estaba acostumbrado a ese tipo de verborreas, pero para mí fue como vomitar serpientes y ácido sulfúrico. Después de un tiempo comencé a disfrutar esos 50 minutos en donde encontraba un espacio seguro en donde podía hablar sin miedo a la crítica. El miedo se fue por que encontré una humanidad diferente a la que conocía, además de que la decoración de ese primer consultorio me resultó lo más relajante del universo (luego me percaté de que es común encontrar esa ambientación en los consultorios psicoanalistas). Vulnerarme de esa forma me dio alivio. Me agradezco por haber hecho eso en esos años de ingenuidad, rebeldía y cuestionamientos del "sistema" y le doy las gracias a todos los psicoanalistas que me proporcionaron más que un simple servicio terapéutico.

Blanco y negro
Mi padre y yo somos agua y aceite. Él ama lo que me resulta despreciable y viceversa. Yo sé de meditación, él sabe de futbol. Yo soy orgánico, él es estructurado. Él usa traje, yo voy de tenis al trabajo. Él jugó futbol americano, yo aprendí "karate". Pero más allá de esas abismales diferencias, siempre agradeceré su necia motivación por enseñarme lo mejor de su sabiduría. No obstante, recibirla me costó tragarme miles de veces mi orgullo. Hace muchos años me dijo: "only the disciplined are happy". En ese entonces mi joven soberbia sólo pudo reirse para sus adentros y (más adentro de los adentros) sólo pudo sentir un profundo y silencioso coraje. En el fondo siempre sabemos la verdad y por eso nos enojamos de forma tenue. Derrotarme y valorar la riqueza de tal consejo me ha tomado más de 10 años. Esas palabras, provenientes de la persona más disciplinada y productiva que conozco, resuenan día con día este año. Me agradezco por haber mandado al diablo mi resistencia a la perseverancia y, obviamente, agradezco a mi padre por darme ese consejo.

Purificación
Mi padrino en AA, me mostró la esencia de la derrota espiritual. Su enseñanza fue brutal. No tuvo piedad y menos cuando osé defender mi ilusoria integridad y fortaleza. La honestidad de mi padrino fue sanguinaria y precisa. Sin ese duro espejo que colocó frente a mí, nunca hubiese librado la batalla contra mis adicciones a las sustancias, a la "la loca de la cabeza", a los defectos de carácter y a las emociones negativas. Sólo un alcohólico o adicto entiende el pánico que se siente previo a la primera junta de un grupo de autoayuda. Lo que encontré fue mucho cariño, sabiduría, aceptación y sí, miles de golpes a mi ego. Ni hablar del miedo a la tribuna. Estoy seguro de que, aun con años de terapia, meditación y lecturas budistas, subirme a "hablar de mí mismo" frente a un grupo de expertos en reconocer todas las artimañas del ego, me sería muy difícil. Ahora sé que fue violenta esa derrota multidimensional, pero mi vida dio un giro más allá de los 360 grados. Sé que dicho sendero no es para todos, pero sin duda los 12 pasos de AA están retacados de toda la sabiduría que uno necesita para renunciar a una vida egocéntrica y dual. Vaya que me agradezco por haberme rendido y sometido a ese programa espiritual de autoayuda, a las garras de mi padrino y la implacable consciencia colectiva del grupo al que asistí lo más que pude. Gracias infinitas a todas las personas que me extendieron su mano en esa etapa de mi vida.

Magia
A la fecha, a pesar de que ahora reconozco el gran valor de las enseñanzas del nazareno, de vez en cuando aparecen vestigios de mi adolescente desdén hacia la santa misa católica. Veo toda esa época de mi vida como si hubiese sido uno de esos incendios forestales absurdos que se provocan por andar jugando con fuegos artificiales de la mente. Hay tres sucesos que no toleraba: dar la paz del señor, hincarme y confesarme. Hoy entiendo la razón espiritual detrás de esos ejercicios. Pero eso no lo comprendí en la iglesia. Después de mis primeros despertares en mi práctica de meditación acudí a un centro de budismo tibetano a aclarar mis dudas. Me encontré con un lama americano (entrenado por lamas tibetanos) que enseñaba tantra budista. En resumen, puedo decir que dicha tradición espiritual es mucho más ritualista que cualquier procesión del poblado más persignado de México. Una de sus prácticas preliminares me resultó difícil por que reactivó en mí ese odio por la devoción y sumisión a la santa iglesia católica: la toma de refugio en el Buda, en el Dharma y en la Sangha. Específicamente, las postraciones me resultaron, estem, un poquito incómodas. Pero había algo en todo ese rollo tántrico que resultó muy seductor. Hoy en día sé que dicha toma de refugio (física, verbal y mental) es una potente derrota egocéntrica. En mi opinión, la mejor de las medicinas contra mi orgullosa soberbia sutil. Además, he descubierto que es un excelente ejercicio yóguico que "subyuga" todo el relajo energético de mi cuerpo y mente y que sin duda realiza un trabajo de consciencia que va más allá de la mente conceptual. Hails a quien haya inventado el tantra. Hails a mi maestro budista que me enseñó todas estas tecnologías de la mente. Hails a mí por haber renunciado a mi prejuicio contra la sabiduría milenaria de estos viejitos tibetanos. Ahora entiendo el tantra del nazareno.

Renuncia sin fin

Hace dos días, después de dos horas de meditación con mantra, me resultó evidente (aunque ya tenía algunas pruebas) que la renuncia absoluta a la confusión egocéntrica consiste en permanecer en la transparencia de todo lo perceptible. Eso, amiguitos, no lo puedo explicar en un solo post. Pero sí les adelanto que dicha práctica es el camino insuperable. Es la llave que yace en el corazón esencial de todas las religiones y tradiciones espirituales y que diluye toda confusión egocéntrica. Una vez más me agradezco (aunque "yo" sea completamente transparente, inecontrable y vacío) por rendirme todos los días a la inefabilidad de la consciencia sin principio ni fin que permea el universo entero. Gracias también a Eso.

¿Y luego? Luego surge el "fearlessness".

OM AH HUNG BENZRA GURU PEMA SIDDHI HUNG