domingo, 10 de enero de 2010

Durante el despertar


Se ha dicho que lo que ocurre durante un vistazo de la realidad fenoménica, un vistazo del Dharma, es inefable. Obviamente no es posible describir con absoluta precisión qué es lo que sucede, pero pienso que sí podemos proporcionar algunas fotografías verbales.

La dicha
Se siente como cuando encuentras un objeto perdido. Como cuando encuentras una respuesta tan obvia, después de que pasaste horas y horas buscándola. Piensas: "cualquier persona tiene la capacidad de ver lo que veo". Es tan obvio. Surge un deseo inmenso por empezar a hablar y hablar de lo que acabas de descubrir. La comprensión es tan bella en su sencillez que lo único que deseas es que todo mundo se dé cuenta de lo que te acabas de dar cuenta. Sí, hay alegría intensa por nada, felicidad por las formas, colores y sonidos, éxtasis por el mundo tal y como es.

La compasión
Surge mucha tristeza. No hay diferencia entre el dolor y el amor por la humanidad. El llanto interno es grande. Es un llanto que nunca más te deja. Duele demasiado que la gente sufra. No puedes creer que haya tanta gente que no conozca esta claridad. No es posible que pasemos tantos años de nuestras vidas sin darnos cuenta de todas las trampas que nos ponemos. Es esta tristeza inmensa el principal motor para nunca más negarle la ayuda a otra persona. No importa que nadie te crea que en verdad sientes un deseo incesante por que la gente deje de sufrir. Realmente no importa su desconfianza, su odio hacia ti, su comportamiento grosero, sus grandes ganas de humillarte y comprobarte su superioridad. La susceptibilidad es el pan de cada día. La empatía ya no es opcional.

La comprensión
Es inútil luchar. Es improductivo ganar. Es ineficiente controlar. El "yo" es una redundancia. "Ser alguien" es solitario y desgastante. El "yo" es una estampa, una calcomanía, una etiqueta con forma de cuerpo, una silueta necia, una voz que se cree "cosa". Nosotros es. Nosotros está. Somos palabras que escuchan, formas que contornean con cariño, espacio que abraza, vacío que comprende. Somos la pieza musical máxima, la luz reflejada y refractada en seres, cosas, tiempo y espacio.

El "durante" del primer vistazo es corto. Cruelmente efímero. Hermosamente sincero. Son miles de libros escritos y no escritos. Es el pretexto perfecto para pensar que nos iluminamos, para pensar que somos especiales, diferentes y superiores. Es el primero de muchos por venir. Ninguno será como el primero.

viernes, 8 de enero de 2010

Sin miedo


Antes del post del "después", debo publicar el presente texto. En este otro post prometí proporcionar formas de meditar sin autoengaños, valentía genuina y con antisépticos naturales. A continuación presento un texto escrito por Max Díaz (amigo de Argentina que se dedica al comercio, al estudio de la física, espiritualidad y consciencia, y al beneficio de todos los seres sintientes) que muestra de forma sencilla cómo actuar, sin miedo alguno, ante los brotes de ira. Él afirma que le es muy difícil describirlo en palabras. Yo creo que lo hizo a la perfección.

Y ahora, su texto:

"Percibo cuando la ira nace, florece, se marchita y muere por sí misma, sin llegar a perpetuarla. No opto por alimentarla ni por reprimirla. No doy rienda suelta a la ira para que se desfogue por completo ni tampoco la reprimo ni anhelo ansiosamente que cese. No hay un 'quiero ser libre de la ira'.

Ahora bien. La contemplación del nacimiento y muerte de la ira en cámara lenta simplemente 'ocurre por sí misma'. Sucede por sí sola. No estoy al acecho de forma obsesiva, ni rigurosamente alerta de cada pensamiento nocivo. Simplemente contemplo y no puedo evitarlo. Ello sucede aun cuando no estoy en el 'aquí y ahora' sino absorto en el pensamiento (como cuando estoy sumergido en una partida de ajedrez).

Esta contempleación natural del más mínimo pensamiento nocivo pareciera que ya no puede detenerse ni evitarse. Este suceso, que lleva tantas palabras y minutos describirlo, pareciera que es un proceso largo cuando uno lo lee. Pero es instantáneo, ocurre en una décima de segundo o menos. Es como si una multitud de eventos ocurriesen en ese instante a la velocidad de la luz. Cuando esa 'flor iracunda' nace, siento que tengo la libertad de alimentarla o reprimirla. Nada me lo impide. Pero elijo voluntariamente (¿o egocéntricamente?, no importa), permanecer en medio de esas dos posibilidades. A esto le llamo 'no hacer nada'. No recorro ni un extremo ni el otro. Pero es doloroso. Es como una miniagonía.

Lo es por que me muero de ganas de dar rienda suelta a la ira (sí, en esa centésima de segundo ocurre todo eso). Permanecer en medio es como si yo mismo muriera. Muero ante esas ganas de actuar y alimentar la ira. Después de ésta viene una angustia, luego un temor y yo (o lo que sea) lo veo y muero una y otra vez a lo largo de todo el día.

Permanecer en medio es una muerte constante. De instante en instante ¿Y luego qué pasa? Los brotes de ira, los temores y las angustias son cada vez mas ténues. Tal y como le sucede a la llama de una lámpara de aceite que pierde poco a poco su brillo. La permanencia en ese estado intermedio se siente como si me desangrara o debilitara cada vez más. Siento como si me apagara, como si hubiese sido herido de una puñalada en el hígado y, a pesar de que puedo poner mi mano en la herida para detener la hemorragia, elijo de forma voluntaria desangrarme.

Cuando percibo en cámara lenta que la ira nace, esa misma percepción incluye la fuerza necesaria para no actuar. La consciencia de la ira viene acompañada de la capacidad de morir ante las ganas de alimentar o destruir el enojo. Tal vez esa energía no tendría que reprimirla de forma egocéntrica, tal vez sí. Si decido hacerlo, en realidad estaría postergando la ira.

Pero mejor no hago nada para contemplar. No hago nada porque permanezco en medio. Pero este 'no hacer nada' no es fácil. Es como una agonía continua cada vez menos dolorosa."

- Max Díaz

miércoles, 6 de enero de 2010

Renuncia al trono


A petición de Soledad, escribiré una serie de posts que describan el "antes", "durante" y "después" del despertar espiritual.

Antes de la espiritualidad
Esta etapa se caracteriza por ser una película sin fin hecha de minipelículas. Uno mismo es el personaje principal. Todo tiene que ver con nuestra experiencia. Aun siendo personas altruistas, dicho altruismo ocurre en una pantalla grande frente a nuestros ojos. Somos nuestra audiencia. La vida se trata de nosotros. Antes de la espiritualidad hay drama tras drama, aventura tras aventura y fantasía tras fantasía. En lugar de golosinas, compramos vodka tonics, coronas y martinis para presenciar nuestra historia. Incluimos a los demás pero sólo con el fin de hacerla más interesante. Antes de la espiritualidad uno vive la vida de superestrella (exitosa o trágica). Se trata de: "Mis palabras, mi forma de ser, mi experiencia, mis opiniones, mis dolores, alegrías y miserias". Sólo hay eso. No hay contacto genuino con el resto de la realidad y con las demás personas. No hay diálogos. Las palabras de los demás se incluyen sólo si complementan nuestros monólogos.

Antes hay sufrimiento
En esta fase nuestro mundo está impregnado de una libertad falsa. Antes de la espiritualidad sólo hay movimiento inconsciente que profana la autenticidad de la realidad. La mayoría de las decisiones que tomamos provienen de espejismos con sabor a "así soy", "me llamo 'tal'", "me gusta esto", "me disgusta aquello". Pero son sólo eso: espejismos formados por la costumbre, el tiempo, las caídas, los corazones rotos y las efímeras alegrías. Cuando tales decisiones no producen los resultados que esperamos, la vida duele. Duele mucho. No es para siempre esa amargura/coraje/frustración pero ésta surge una y otra vez. En esos momentos de sufrimiento entendemos (o no) que tal vez debemos cambiar nuestra forma de ser. Si decidimos no hacer nada, tal vez las circunstancias mejoren. Pero tarde o temprano la vida sucede de nuevo. Nuestras estrategias fallan, nuestros planes no se cumplen, nuestros sueños nunca suceden. Esta vez la tragedia no es disfrutable. Es un infierno. Surge, por fin, el deseo sincero de dejar de sufrir. Nos percatamos de que el amor propio sí existe después de todo.

Antes de la meditación
Una vez que adoptamos una vida espiritual, nos imponemos disciplina. Nos hartamos tanto de sufrir que obedecemos (al pie de la letra) las sugerencias de los que no sufren. Después de luchar con nosotros mismos el oleaje cesa. La calma llega. Nos encontramos en una situación completamente nueva. Ante nosotros hay un mundo que no hemos explorado, es una hoja en blanco que no habíamos descubierto. Es una etapa muy desconcertante por que, de repente, ya no hay dramas ni fantasías. La costumbre y la nostalgia nos obligan a revivir las narraciones extraordinarias de nuestras vidas. Es una delicia ser nosotros mismos otra vez. Pensamos: "claro, esto es lo que soy, ¿dónde me había metido?". Nos prometemos nunca más abandonarnos. Es una experiencia conmovedora que nos hace derramar lágrimas de alegría y tristeza. Provocamos dichas con nuestra música, nuestras ideologías, nuestras formas de ser. Generamos dolor disfrutable de nuestras soledades, penumbras y tardes lluviosas. Desafortunadamente éstas vivencias duran menos tiempo que las que ya sucedieron. De nuevo surgen los vacíos. El mundo se siente raro. Es raro por que de repente se siente sereno. No podemos creer que la tranquilidad sea tan insípida y aburrida. Pero ahí está, necia como una sombra.

Antes de la absorción meditativa
Si nuestro trabajo fue genuino, es decir, si la disciplina dejó frutos, dejaremos de luchar con esa inefabilidad tranquila. Voilà. La incertidumbre se vuelve un mundo fantástico que nos entusiasma. Es como visitar una ciudad nueva, un país nuevo. De hecho, los lugares conocidos se tornan desconocidos. Puede que todavía nos dé miedo admitir lo dormidos que hemos estado, pero ya no rechazamos la posibilidad de que frente a nuestras narices hay un "algo" monolítico que es digno de explorar. Comenzamos a meditar y al principio la meditación nos resulta divertida. Después nos aburre y poco a poco nos desespera. Por todos lados escuchamos que hay trascendencia en el hecho de sentarse a hacer nada. Pero no pasa nada. No hay trascendencia (o eso creemos). Sólo hay una curiosidad que no nos deja en paz. Presentimos que algo está muy cerca, algo está detrás de este muro pesado hecho de nada y, a pesar de que no hemos visto nada, sabemos sin duda de que hay algo detrás de esta inmensa calma.

Antes del insight
Nos intoxicamos de "ahora", de "serenidad", de "indefinición" y de "infinitud". Expandimos nuestro "yo" hasta donde nuestra mente convencional nos lo permita. Nos damos cuenta de que no hay límites. Pero aún estamos aquí. La expectativa es inmensa. ¿Y luego? ¿Qué sigue? Luego sigue desesperación, pero es desesperación necesaria. Es una desesperación como la que sentimos justo antes de mejorar nuestra condición de vida. Se siente como cuando vamos a comprar un nuevo automóvil, teléfono celular o casa. ¿Cómo paso de nivel? ¿Cómo se resuelve este acertijo? Es necesaria la desesperación, es importante agotar todas las posibilidades. Luego nos rendimos. En esa inmensidad, después de la rendición, puede que suceda algo, puede que no.

Antes de la apertura
Henos ahí preguntándonos qué hacer, observando a las demás personas. Reafirmándonos que no somos este cuerpo, esta voz, este observador. Diciéndonos que somos "este momento", "este ahora", "este espacio sin límites". A veces hay silencio mental pero eso no cambia nada. No obstante, hay una motivación muy grande de dar el salto. Nos decimos que estamos en "la mente expandida", que vivimos en percepción unitaria, que hay "calm abiding". Después se desvanecen estas percepciones forzadas y luego surgen dudas genuinas. Nacen dudas sin palabras, dudas sobre nuestra naturaleza. Sin mencionar una sola palabra en nuestra cabeza, nos preguntamos qué sucedería si dejáramos de "hacer algo al respecto", si dejáramos de "luchar por ser", si dejáramos de armar y rearmar esa silueta que creemos que somos. La duda hace que se caiga todo. Se siente como si permitiéramos que los demás ganaran las discusiones verbales. Como si nuestro discurso dejara de ser un punto de referencia para las palabras del otro o para el mundo externo. Simplemente nos damos cuenta de que es absurdo "ser así". Es una pérdida de energía. Mejor "somos" y ya. Sin el "así". En meditación, sin pronunciar una sola palabra mental, sentimos: "Al diablo con el trono, al diablo con nuestra postura".

Luego hay dicha, alegría inmensa por nada y comprensión de que ya no tenemos que ser de alguna forma. En el siguiente post hablaré del "durante".

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Desinfectante anímico

Aprender a meditar es más que aprender a poner atención. Es más que percibir la impermanencia de las cosas, más que calmar el cuerpo y la mente. Todo lo anterior efectivamente pertenece al suceso que llamamos meditación. Pero meditar también significa borrar del mapa la barrera entre nuestra consciencia y las emociones indeseables. Meditar es un acto de valentía genuina, es una declaración de apertura y ausencia de miedo. No tiene nada que ver con flores, ni con viajes fantásticos, ni con refugios ilusorios en el bosque, monasterios, habitaciones o iglesias. Claro, cada uno de esos lugares tiene su debida razón de ser, pero la meditación no queda confinada a un lugar. La meditación no tiene lugar (y ya que estamos en estas, no tiene tiempo).

La meditación nada tiene que ver con espacios reducidos, definiciones estrictas u opiniones absolutas. Es una entrega de todo al todo (hasta de nuestras ganas de entregarlo todo). Es unión con el universo entero sin mistificaciones, fantasías, fanatismos o dogmas. Es la forma más sincera y honesta en la que podemos ser y estar.

Una genuina expansión de consciencia implica poner el reflector sobre todo lo que queremos esconder. Iluminación espiritual significa encender la luz en los lugares que hemos tenido bajo llave y permitir que dicha luz consuma todo lo que desea permanecer deshonesto. Para ello meditamos, para encender la luz en todas las habitaciones del reino sin paredes.

Para lograr esto, debemos aprender a abrir el corazón.
Para abrir el corazón debemos dejar de temer.
Para dejar de temer debemos abrir todas las ventanas y puertas.
Para abrir todas las ventanas y puertas debemos tomar esa decisión.
Para tomar esa decisión debemos estar hartos de sufrir.
Para estar hartos de sufrir debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que estamos sufriendo.
Para darnos cuenta debemos prestar atención a nuestro cuerpo y mente.
Para prestar atención debemos dejar de escapar del cuerpo y mente.
Para dejar de escapar debemos renunciar a las tentaciones de escapar.
Para renunciar a las tentaciones de escapar debemos estar conscientes de ellas
Para estar conscientes de ellas debemos descubrirlas.
Para descubrirlas debemos querer descubrirlas.
Para querer descubrirlas debemos renunciar a la ignorancia.
Para renunciar a la ignorancia debemos tener el valor ver lo que no queremos ver.
Para tener el valor de ver lo que no queremos ver, debemos ser valientes de forma genuina.
Para ser valientes de forma genuina, debemos abrirnos a sentir lo que no queremos sentir.
Para abrirnos a sentir lo que no queremos sentir, debemos aprender a abrirnos.
Para aprender a abrirnos, debemos aprender a soltar.
Para aprender a soltar debemos aprender a regalarlo todo.
Para aprender a regalarlo todo, debemos dejar de ser posesivos.
Para dejar de ser posesivos, debemos ser desapegados.
Para ser desapegados, debemos descubrir nuestros apegos.
Para descubrir nuestros apegos, debemos encender la luz en todas las habitaciones.
Para encender la luz en todas las habitaciones, debemos aprender a meditar.

La meditación no es un escape más de la realidad, la meditación es un sendero que pocos se atreven a recorrer. En la meditación se sacan todas las espinas y, por lo mismo, eso significa que dolerá. En meditación abrimos todas las heridas infectadas y, como dice mi novia, les aplicamos Merthiolate, dejamos que cicatricen y vivimos el resto de nuestras vidas sin protuberancias sensibles e incómodas.

¿Still interested?

Si es así, sigue leyendo este blog. En los siguientes posts hablaremos sobre cómo meditar de forma genuina, con el corazón abierto, con antisépticos naturales y sin autoengaños.

PD: digo "hablaremos" por que pronto habrá escritores invitados =D
PD2: Esto de desinfectar también se le llama purificación (algo que el "revoltoso" que aparece en la foto llevaba a cabo en ese momento).

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Adicciones universales


Se supone que este blog trata sobre cosas como "expansión de consciencia", "mindfulness" y conceptos similares. Pero se saldrá de esa temática si me vuelvo selectivo y sólo hablo de mi love affair con los sutras, técnicas de meditación y la insistencia en vivir en el ahora o vacío. Entonces, para evitar que eso suceda, ahí les va una lista de costumbres nocivas que, por más que pasa el tiempo, no pasan de moda (y nos encadenan). Además, nos hace bien voltear al espejo de vez en cuando para librarnos de los grilletes.

1. Agredir para que... ejem, ¿nos dejen de agredir?
Es el típico caso de Israel y Palestina. No tiene fin (a menos de que a alguien le caiga la cordura). Vivimos regidos por este patrón. Nadie está dispuesto a ceder y menos si eso implica ser un "perdedor", "cometedor de errores", "pedidor de disculpas", "humillado", "equivocado", "idiota" o cualquier otra cosa negativa que uno piense de uno mismo al admitir las fallas propias. Ah, y antes de que se me olvide: agredir, amigos, no es marcar límites. Agredir sólo tiene un objetivo: destruir. Marcar límites es hablar cuando no estamos de acuerdo con algo.
Efectos secundarios: deterioro de relaciones interpersonales, adicción, culpa, dolor, daño físico.
Medicinas: Asertividad, paciencia genuina, ecuanimidad genuina

2. Callar para evitar problemas
Nunca se ha solucionado un conflicto sin hablar (a menos de que los involucrados tengan telepatía) pero, a pesar de que dentro de nosotros no estamos de acuerdo, seguimos sin abrir la boca. Preferimos que todo siga igual a tener que marcar límites. Optamos por no darnos nuestro lugar cuando nos hablan con desprecio. Decidimos tragarnos el dolor a comunicarle a la gente que nos lastiman, pisan, humillan, etc. Pero, ¿cómo se darán cuenta de que nos agreden si no se lo comunicamos? ¿En verdad creen que la gente es 100% consciente del daño que causa, al estar dentro del huracán de ira? ¿Acaso los agresores tienen una habilidad para sentir nuestro dolor emocional en el momento en el que están poseidos por su rabia irracional?
Efectos secundarios: culpa, odio, depresión, baja autoestima, represión, daño físico.
Medicinas: dignidad genuina, fe en uno mismo

3. Esconder nuestros "defectos"
Hay miles de formas de hacer esto. Con ira vestida de "justicia"; con indiferencia disfrazada de "ecuanimidad" y "paciencia"; con arrogancia con cara de "dignidad"; con "humor" compulsivo que entierra mucho dolor; con codependencia que pretenden ser "bondad", "altruismo" o "compasión"; con respuestas que aspiran a mostrar "cultura", "conocimiento" o "astucia" pero que sólo demuestran que no sabemos de lo que hablamos; con "enterezas" que encubren ruinas emocionales... ¿sigo? Admitir nuestras imperfecciones nos engrandece y humaniza. Una vez más: admitir nuestas imperfecciones nos engrandece y humaniza. Todo teatro está sujeto a caer tarde o temprano.
Efectos secundarios: angustia, estrés, miedo a ser descubiertos, ira, dolor, depresión.
Medicinas: mente despierta, humildad

4. Señalar los "defectos" de forma obsesiva
Esto puede ser en silencio o en voz alta. Lo que en realidad hacemos al hablar obsesivamente de los "errores" de las personas, es mantener nuestro perfeccionismo ilusorio. Y así transcurre nuestra vida. Así muere mucha gente. Este hábito entra también en la categoría anterior: Es una actividad que tiene como objetivo crear una fachada.
Efectos secundarios: amargura, mal humor, coraje, narcicismo, ceguera.
Medicinas
: introspección, apertura, honestidad con uno mismo

5. Aislarnos
Además de permanecer en nuestros hogares, habitaciones o lugares "seguros" para evitar lo que percibimos como "amenazante", recurrimos a cualquier estimulante que provoque euforia, emociones intensas o distracción para crear un refugio. También es común recurrir al "no sé" o al "no me importa" para protegernos de verdades incómodas sobre nosotros. Seguro hay otras formas de aislarnos.
Efectos secundarios: problemas perpetuos, deterioro de relaciones interpersonales, fortalecimiento de adicciones.
Medicinas: honestidad con uno mismo, valentía

Como en el caso de las medicinas químicas, no es fácil tomar las medicinas espirituales. Pero vale la pena.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Usa el veneno


Ayer platicaba con mi novia sobre la tristeza. Conversábamos sobre las miles de razones para estar triste en estos días. Es sabido que las epocas navideñas a veces están cargadas de alegría y otras veces de dolor. Pero en este caso, el dolor es bueno. De hecho, cada emoción horrible que podemos sentir es, en esencia, una fuente inimaginable de sabiduría. Uso la palabra "inimaginable" sin titubeos, cada sentimiento doloroso encierra la llave para despertares que tienen el poder de cambiar nuestras vidas para bien.

No quiero decir que sólo las emociones negativas son la puerta hacia un estado de paz y dicha. La disciplina es común en grupos monásticos, en cuarteles del ejército, en las oficinas corporativas de algún conglomerado, en las escuelas, iglesias u hogares. La disciplina sirve para cultivar una conducta saludable. Pero también tenemos a nuestro alcance, en los estados dolorosos o dañinos, oportunidades para cambiar nuestros hábitos nocivos a hábitos saludables.

¿Qué estados negativos podemos usar para evolucionar? Todos. Ira, celos, depresión, culpa, soberbia, indiferencia, deseo nocivo, distracción, autoconmiseración, codependencia, miedo, etc.

Algunos dirán, "seguro hay truco". Sí, sí lo hay. Hay dos trucos. Los requisitos para usar los venenos para sanar son:
1) Una inmediata e instantánea motivación por beneficiarnos a nosotros mismos y a los demás. A esta actitud le llamaré motivación carente de ego.
2) Una disposición por sentir lo que sea que tengamos que sentir. A esto le llamaremos Apertura sin miedo.

Sin esos dos componentes, sin duda nos haremos daño. Ambos requisitos crean un estado que transforma al instante cualquier negatividad. Es una decisión. No hay necesidad de ingresar a experiencias sublimes o místicas para adoptar esa actitud. No hay necesidad de ingresar al espacio divino o a la vacuidad pura y clara para tomar esa decisión. O la tomas o no. No importa qué tan confundido estés o qué tan inconciente seas. Puedes escoger adoptar esa actitud en este instante o no. No se trata de actuar bien o mal. Correcto o incorrecto. Adoptar o no esa motivación es tan arbitrario como lanzar una moneda al aire. Puedes tomar esa decisión ya, sin titubeos. Ahora los venenos y sus beneficios:

Tristeza
Como dije al principio, las razones para estar triste no tienen fin. Aún después de navidad, si buscamos más, las encontraremos. Pero el dolor de este tipo es señal de que poseemos la capacidad de ver las cosas tal y como son. La tristeza profunda, dentro de su corazón, es alimentada por conciencia y verdad. Ese dolor que sentimos por todo lo que "no está bien" es un deseo infinito por evolucionar. La tristeza es buena, en esencia, es compasión genuina y amorosa. La tristeza es un corazón abierto y listo para derramar toda su sangre para el mundo entero. Al adoptar la motivación carente de ego y la apertura sin miedo, la tristeza es una fuente inagotable de comprensión y sensibilidad. La vulnerabilidad innata a la tristeza es una expresión genuina de cero resistencias, cero violencia, cero intermediarios, cero protecciones, etc. La tristeza pura, libre de egocentrismo y preferencias, es amor sumamente intenso, abierto y 100% conectado con el universo entero.

Ira
Nada como la ira para destruir todo lo que hemos construido y sanado. Pero al pasarla a través del filtro de la motivación carente de ego y la apertura sin miedo, la ira se transforma en un movimiento que diluye cualquier apego. La ira, al analizarla cuidadosamente, es energía que empuja. Es un dinamismo que desea alejar y separar lo más que se pueda. Cuando aparece, la energía de la ira sólo tiene un objetivo: distanciarse lo más que pueda de lo amenazante. Entonces, mientras sucede una riña entre nosotros y los demás, podemos tomar la decisión de adoptar la motivación carente de ego y abrirnos a sentir sin miedo. En ese momento, la ira se transforma: Esa tendencia a empujar, al no tener un apoyo egocéntrico y preferencias, se queda sin piso. Se queda sin un soporte. Ello provoca que la energía comience a empujarse a sí misma como un cohete a propulsión, hacia todas las direcciones, como un globo que se desinfla a toda velocidad. Una vez que esa energía se desinfla a sí misma lo que queda es espacio abierto y pacífico. Cool, huh?

Paranoia
Este suceso también es conocido como necedad, visión angosta, limitada, inflexibilidad, telaraña compulsiva, etc. Antes de la motivación carente de ego, la paranoia es como una imposición de un sistema social de un dictador. No se pueden cambiar las reglas. Las cosas son así y punto. Uno actúa de una sola forma. La paranoia es como un lente que sólo puede observar desde una sola óptica. A pesar de que el universo entero cambia de colores de forma constante, al vivir regidos por la paranoia, nuestra visión sólo puede contemplar al mundo de un solo color. Después de la motivación carente de ego y la apertura sin miedo, la paranoia se percibe como perseverancia. Esa energía necia e inflexible, ahora ya no tiene un punto de vista donde apoyarse, por lo mismo, comienza a ser necia en todas las direcciones. Se transforma en acción pura la cual se manifiesta en actos perseverantes. Es una necedad sin ego y, por lo mismo, es una necedad que beneficia. Es una acción perseverante que no defiende ninguna postura. No hay enemigos, sólo hay acción.

Antojo

En los grupos de recuperación de adicciones, el antojo es un verdadero peligro. Es lo que desata una recaída en el alcohol, drogas, sexo irresponsable, apuestas, peleas, victimización, etc. El antojo es el paso previo a la alimentación de adicciones. El antojo es consumo potencial. El antojo es apego por sensaciones o por fantasías mentales. No obstante, al usar una óptica libre de ego y libre de miedo a sentir lo que sea, la energía presente en el antojo es energía que consume todo lo que hay en el universo. Ese fuego inherente al antojo es fuego que no es selectivo. No hay preferencias. El consumo, de nueva cuenta, es en todas las direcciones. Entonces, cuando aparecen las ganas de consumir, ya sea enervantes o a las personas (por medio de ira o soberbia), podemos optar por sentir sin miedo esa energía y dejar que se consuma a sí misma. Devora nuestras ganas de pelear, nuestras ganas de sentir euforia, nuestros deseos de comprar, nuestros pensamientos y emociones. Al hacer esto, sin proteger nada, el deseo se consume a sí mismo y lo que queda es libertad de adicciones.

Dejaré el resto de los venenos para otros posts. De lo contrario éste será muy largo. Por lo pronto ya tenemos perspectivas nuevas para trabajar con la tristeza, ira, paranoia y antojo.

martes, 1 de diciembre de 2009

Desvanecimiento

Y ahora, una introducción más a la naturaleza de la mente:

El vehículo
Me siento cómodamente. Me siento y me relajo con los ojos abiertos. Enderezco mi postura para poder respirar libremente. Con suavidad dirijo mi atención a mi respiración. Tomo consciencia de ella. Noto cómo inhalo y cómo exhalo. Noto ese ir y venir y me subo a ese ir y venir. Como si fuese las olas que van y vienen en una playa.

El suceso
Mientras estoy consciente del ir y venir de mi respiración, me doy cuenta de que sólo es respiración. Podría seguir con mi noción de que es mi respiración pero esta vez opto por reconocerla como una respiración que ocurre. Es un suceso. No es una posesión.

Los componentes
Ese suceso está compuesto de tantas cosas. Está hecho de inhalación y exhalación, de expansión de abdomen y pecho y de contracción de abdomen y pecho. Ese ir y venir está hecho de frescura cuando inhalo y de calidez cuando exhalo. La respiración está compuesta de varias cosas y tomo consciencia de cada una, una por una, justo cuando suceden.

Impermanencia
En el movimiento de la respiración hay un nacimiento, una vida y un fin. Hay un nacimiento de la inhalación, un periodo de vida de la inhalación y un fin de la inhalación. Después hay una pausa. Luego hay un nacimiento, una vida y un fin de la exhalación. Surge, perdura y cesa. Cada movimiento del aire que respiro es como un ser vivo que nace y muere una y otra vez. No hay una inhalación eterna ni tampoco una exhalación que dure para siempre.

La inclusión
Pasa el tiempo y sigo atento a la respiración. Me percato del aire, del aliento, de las sensaciones en las fosas nasales y de los movimientos del abdomen y el pecho. Me percato de todo eso al mismo tiempo. Todo el proceso nace, perdura y muere. Una y otra vez. Decido incluir más sucesos corporales como por ejemplo la silla en donde estoy sentado. Por unos segundos dejo de prestar atención al proceso de la respiración, pero luego regreso a éste con suavidad sin excluir mi noción de que estoy sentado.

La actividad mental
Durante este recorrido consciente de mis percepciones, en mi mente surgen voces mentales con el mismo timbre de mi voz física. Surgen melodías de canciones que he escuchado en estos días. Surgen imágenes, narraciones sin palabras, anécdotas visuales y un sinfín de abstracciones coloridas.

La desconexión
La actividad mental me distrae del proceso de respiración. Sutilmente me molesto conmigo mismo por haberme distraído. Me percato de que mi molestia es mi hábito perfeccionista que no tolera distracciones.

La reconexión
Dejo ir mi molestia, dejo ir mi perfeccionismo, dejo ir mi intolerancia. Después de ese análisis regreso al proceso de respiración. En ese momento sé que hay respiración, silla y actividad mental.

El espacio
Me quedo así, con suavidad, con gentileza y con espacio. Sí, hay espacio. Me doy espacio de hacer y deshacer en esta consciencia. No hay problema si me distraigo temporalmente. No hay problema si me molesto conmigo de nuevo por distraerme. Lo reconozco y me digo que no hay problema y de nuevo me subo al ir y venir de la respiración.

Unión de mente y cuerpo
También hay brazos y piernas. Hay dedos, muslos, rodillas y pies. Hay pantorrillas, hombros, cuello, cabello, rostro y cierta vida en cada parte corporal. En este momento estoy consciente de la respiración, actividad mental y cuerpo entero.

Las necedades sutiles
Junto con todo lo anterior, me percato de los sonidos externos, de mi saliva, de mis tensiones corporales como las de la espalda, hombros, quijada, manos, etc. Me percato tranquilamente de mi esfuerzo por tomar consciencia de todo lo que he conscientizado hasta ahora. Me relajo sin dejar de estar atento. También hay lengua, dientes y tensiones mentales innecesarias como por ejemplo: "Tengo que hacerlo bien" pero sin palabras. Tensiones como "Aguanta, aguanta, no pierdas el estado" pero sin palabras. Las percibo y las dejo ir. Algunas cesan, otras no. No importa.

Las ventanas
¿Y la visión? ¿Los ojos, formas, colores y movimientos visuales? Tomo consciencia de mi vista periférica. De izquierda a derecha sin mover mis ojos. Sólo me doy cuenta de todas las formas y colores que están alrededor del centro de mi visión. No hay necesidad de mover los ojos para percatarme de todo lo que perciben. Ahora hay visión, respiración, sensaciones corporales, sonidos externos y actividad mental.

El observador
Hay alguien que percibe todo lo anterior. Hay "alguien", respiración, visión, sensaciones corporales, sonidos y actividad mental.

La disolución
¿Realmente hay alguien? No. Al igual que mi tratamiento de la respiración, ya no diré es mi visión, mis sensaciones, mi actividad mental o mis percepciones. Sólo hay algo que llamo "alguien", respiración, visión, sensaciones corporales y actividad mental. "Alguien que percibe" es una etiqueta. Una etiqueta de una actividad mental. No es mi actividad. Es sólo actividad mental.

La verdad
No hay "alguien", "respiración", "sensaciones corporales", "actividad mental", "sonidos" o "sonidos". Son sólo etiquetas, en realidad hay sucesos. No hay "sucesos", sólo hay manifestaciones. No hay "manifestaciones", sólo hay dinamismos. No hay "dinamismos", sólo hay ser y estar.

No hay "ser y estar", sólo hay...